lunes, 6 de abril de 2009

Vampire Lord - 2da Crónica Muerta

Recuerdo ese día como si fuera ayer, así pasen siglos o milenios. Como si toda mi vida hubiese sido un sueño, y hubiese empezado a dormir ese día. La gran voluntad hizo girar con su poder el tercer planeta, hasta que los rayos del sol viajaron a la velocidad de la luz, fueron repelidos y masacrados por la capa de gas que cubre mi sombrío planeta, y solo las sobras llegaron hasta la tierra, donde una de ellas logró estrellarse en mi rostro, colándose por los espacios entre la cortina negra, y despertándome de mal humor, como siempre.
Era sólo un niño, tal vez por eso era tan estúpido a veces. Pero ya me veía bastante demacrado en el espejo. Completamente pálido, con el cabello negro maltratado y quebradizo, ojeras, como siempre, y los ojos rojos e hinchados.
¿cuánta edad tendría?. Es difícil saberlo, ¿17, 19?... a quien le importa. A partir de ese día, el tiempo se volvió un concepto incalculable.
Puedo volver al pasado si quiero, sólo para verlo otra vez, puedo regresar a mi cuerpo de aquella época y volver a hacer lo mismo otra vez. Es parte de mis muchos poderes, y creo que lo haré...
Me vestí, ropa negra y pulseras como siempre. Mecánicamente, rutinariamente. Empaqué libros al azar en la mochila, para que pareciera que hago algo en la universidad; lavé un poco mi cuerpo, para parecer al menos remotamente una persona “decente” y evitar escenas innecesarias y molestas; y finalmente, llegó la hora del desayuno en absoluto silencio. A veces creo que mi casa esta vacía y abandonada... entonces recuerdo con ironía que yo vivo allí. Hay días en que es difícil saber.
¿qué que hay de mis padres?. Hace años que murieron. Uno sigue trabajando, en su importante empresa, como siempre; la otra cuida de unos niños que me llaman “hermano”. Son unos amigables muertos vivientes, aunque nadie se da cuenta. Sólo yo lo sé porque yo los maté, aunque ni ellos lo saben. La verdad es que ya estaban casi muertos, sólo di el remate. Ya desde entonces estaba desarrollando mis poderes, ahora que lo pienso. Como sea, ya que ellos habían muerto, llegó un momento en que decidí que no tenía porque quedarme a vivir con un montón de huesos y polvo, y salí a probar suerte. Un tipo me consiguió un apartamento, ¿cómo se llamaba?... le decía amigo. No he vuelto a saber de él en un año....
Una vez echo el ritual de la mañana, nada puede pasar. Puedo quedarme sentado, donde acabo de comer, mirando horas al vacío, como si mirara dentro de mi. Puedo ir a la universidad, o más bien, puedo poner en piloto automático mi cuerpo, y hacer que vaya a la universidad, a perseguir el sueño infantil de ser un gran filosofo. O puedo vagar las calles, buscando una respuesta a no sé que pregunta. Como sea, en realidad, haga cualquiera de las tres, no estoy haciendo nada.
Pero aquel día, tal vez pasaría algo diferente, tal vez al fin iba a hacer algo, tal vez, al fin iba a dar un giro a mi vida. Tenía una cita importante a medianoche...
No sabía, que esa iba a ser la cita más importante de toda mi existencia, mortal e inmortal.
La había conocido anoche. Aquel era uno de esos días en que había escogido vagar entre las sombras de la ciudad. Se había echo de noche, de echo casi era madrugada; me había perdido y no recordaba como regresar, esperaba en cualquier instante que alguien me asaltara y me matara. Sería interesante ver como era, y poder echarle en cara al idiota de la toga negra, que no te volvías nada más que polvo.
De repente, una sirena empezó a sonar a lo lejos, entonces, alguien llegó corriendo doblando la esquina por la que yo iba, e impactándose contra mí. No me importo, pero aparentemente a la persona sí, porque se quedó allí en vez de seguir moviéndose y entonces pude verla bien.
Era una mujer, una joven como de mi edad, de cabello color rojo intenso, completamente pálida, vestida de negro como yo.
Sus ojos, su mirada... era lo que más me impactó de ella. Sus pupilas verdes, penetrantes y desorbitadas, parecían clavarse en mi carne. Su ansia, su energía, su poder y su impaciencia eran apenas contenidos por aquel par de fuentes esmeraldas. Una fiera en una jaula de madera: magnifica, poderosa, y mal contenida, al grado de que en cualquier instante, su prisión podría no soportar más, y liberar al destructor que hay dentro.
Me miró un instante, con esos ojos. Yo no podía soportar su mirada, debía desviarla, si la mantenía, sentía que enloquecería. Pero por alguna razón, no la desvié, seguí mirándola, retándola a decir algo. No me importaba...
Para mi sorpresa, ella sonrió, y entonces lo vi...
Sus dientes, para ser más especifico, sus colmillos, estaban sumamente afilados y puntiagudos, como los de un depredador, como los de un vampiro...
El sonido de la sirena se incrementó, y la obligó a mirar sobre su hombro, desviando sus ojos de los míos. en ese instante me sujetó de la muñeca, y empezó a correr, arrastrándome consigo.
No pregunté que pasaba. No sentía desconfianza alguna de esta mujer, jamás la eh sentido en todo este tiempo. De alguna forma, cuando tocaba su mano, cuando la veía frente a mi... era como verme y sentirme a mi mismo.
- ¿dónde vives? – me preguntó. Su voz era como sus ojos, tenían una gran cantidad de ansiedad y energía contenida.
Le dije mi dirección, y empezó a dirigirse hacía allá lo más rápido que pudo, sin soltarme ni un instante. Sin preguntas, sin reproches; libre de hacer lo que ella quisiera conmigo.
Llegamos sin problemas a mi departamento, ella entró primero, y cuando yo estaba apunto de encender la luz, me jaló hacía adentro con una sorprendente fuerza, la puerta se azotó como por mandato propio de su aura; y en un instante encontré sus labios sobre los míos.
Sorprendente, inesperado. Jamás había besado a una mujer de esa forma. Sus labios, helados, y fríos como la noche de afuera, empezaron a moverse salvaje y ansiosamente sobre los míos. Helando mi corazón, enloqueciendo mis sentidos; de una forma tan sublimemente cruel. Su sabor, curiosamente metálico, como sangre. Nuevamente me sentí enloquecer, y se me volvió imposible concebir el más mínimo pensamiento.
Fue morir y renacer en un instante, cuando su lengua rozó apenas superficialmente mis labios, intentando probar más a fondo mi boca. Fue el sonido más maravilloso, escuchar su respiración agitada sobre mi rostro, y fue la gloria cuando finalmente su lengua se abrió paso a través de mis labios, explorando mi boca. Todo con aquel amargo y constante sabor a hierro y sangre. Era como soñar despierto, no puedes pensar, no tienes conciencia, y lo único que te ata a la realidad, es lo mismo que te aleja de ello: el beso.
Y al mismo tiempo, era tan tremendamente real. Mis sentidos estaban hechizados por el mar de sensaciones del que de repente habían caído presas. Podía sentir hasta la más mínima parte de mis labios, impregnados con su saliva, podía sentir mis dientes estremecerse al sentirla tan cerca, y la piel de mi rostro se erizaba tan fácilmente, al sentir su aliento. Una maravillosa híper sensibilidad.
Estaba a su merced. Y cuando flotaba más alto, simplemente me soltó, dejándome caer al vacío.
Se alejó de mi. Fue lo peor que hubiera sentido, me acerqué a ella, buscando recuperarla, y como respuesta, recibí un fuerte golpe en la mejilla.
- ¿por qué fue eso? – le dije
- no sé. Tuve ganas...
Su respuesta fue tan fría y cruel, que no hizo nada más que reemplazar todas las sensaciones anteriores por una gran cantidad de rencor.
- ¿ ah sí zorra?... pues vas a ver si tienes ganas de...
pero, con una mirada, que me golpeó directa e inevitablemente; fui obligado a retroceder. Tenía algo esta mujer, algo... sólo sé llamarlo presencia. No soportaba aquello, yo no me dejaba de nadie, pero esta persona era diferente. Un ataque directo era una estupidez; así que busqué otra forma de llegar.
- ¿a ti te estaban buscando verdad?... la policía
No me respondió, se había dado la vuelta, hacía el interruptor, y en un instante la luz llenó el lugar, cegándome un instante. Cuando volteó hacía mi, vi que se limpiaba algo rojo que salía de la comisura de sus labios. Automáticamente llevé mi mano hacía los míos.
Como lo pensé. Sus dientes afilados me habían herido, y ahora la sangre llenaba la punta de mis dedos y mi boca. Fui de inmediato a mi baño a limpiarme.
En el espejo, la herida en mis labios no lucía la gran cosa, parecía muy pequeña, pero era profunda, lo sentía. Tal vez no cicatrizaría en un buen rato. Maldije las estúpidas tendencias góticas de afilarse los dientes, y una vez que me limpié la cara, volví a salir al recibidor.
Ya no estaba allí. Un ruido me indicó que había ido hacía mi habitación.
“más vale que no sea una puta, en este instante no tengo ni un varo como para estar con esas jaladas...”
entré, mi cuarto estaba completamente a oscuras, exceptuando por la luz lunar que se filtraba a través de las cortinas. Esta escasa luz caía justamente sobre ella, parada frente a mi ventana. Me quedé mirándola, sólo unas instantes.
- ¿qué porque te besé? – me dijo de pronto, sin voltear a verme. Yo asentí – porque me dio la gana.
Mi rencor nuevamente afloró al oír su respuesta; pero no me dio tiempo de expresarlo.
- cuando tienes una eternidad, tienes demasiado tiempo libre, demasiada libertad para hacerlo todo. Cuando todo lo decente se te acaba y aún tienes tanto tiempo; haces cualquier cosa, pruebas lo que sea a ver si te entretiene más tiempo que lo demás. Y quise probar tu beso, esperando que eso fuera algo que no hubiera visto antes...
Por un momento me vi tentado a preguntar “¿y lo fue?” pero eso sería demasiado infantil. Otra pregunta me rondaba por la cabeza, y esta vez no la contuve.
- ¿quién eres?
- nombre no hay – me dijo – y sólo me llaman Nigerrousa(Negra Rosa en latín)
- eso no es lo que pregunté – le respondí – no dije como te llamas, pregunté quien eres.
Hubo un tenso instante de silencio después de esto, en que ninguno de los dos dijo ni una palabra
- en verdad... ¿no lo adivinas? – pronunció lentamente Nigerrousa
Pensé sus palabras un instante, reflexionando sobre lo que había podido ver de ella. La única idea que se me hacía coherente era que era algún tipo de prostituta gótica, por la forma en que habíamos llegado, y el hecho de que la persiguiera la policía. Pero había algo que no cuadraba con esa idea... me tenía completamente en 0.
- soy una vampiro...
el silencio reinó en la habitación un largo instante, mientras intentaba convencerme de haber oído mal, de que no había captado lo que dijo, y que no debía reírme en caso de que ella en verdad lo creyera.
- ¿qué? – pregunté al fin.
- lo que oíste... soy una vampiro
fue inevitable, no pude contener la carcajada ante lo que acababa de decir.
- si claro, una vampiro...
ella, a pesar de mi burla, sonrió. Y con el gesto me volvió a dejar callado. Lo odiaba
- piensa pequeño mortal, ¿cuándo has besado a alguien así? ¿cuándo has visto a alguien moverse tan tenuemente entre cada sombra? ¿cuándo alguien ah hechizado tu mente con tan sólo su presencia? ¿cuándo una completa extraña, se había quedado grabada en tu alma tan profundamente?
- ¿quién dice que te grabaste en mi alma? – respondí yo altanero, pero ella me volvió a callar con una simple sonrisa.
Tuve que sentarme un instante, a pensar, a ver de nuevo todo lo que había pasado aquella noche. No sabía que creer. Sonaba imposible que ella fuera un vampiro. Pero, por alguna razón, tenía más sentido que cualquier otra idea que cruzaba por mi mente. Tal vez más que por las pruebas, que en realidad eran muy vagas; yo quería creer, que había encontrado a una verdadera vampiro. No importaba que fuera, ahora creía su palabra sin cuestión.
- ¿por qué a mi? ¿por qué me tomaste en aquella calle?
- así que me crees... – dijo altaneramente.
- ¡sólo respóndeme la pregunta!
Nuevamente sonrió, esta vez poniendo buen cuidado en mostrar sus colmillos al hacerlo. Aún tenían algo de mi sangre a causa del beso anterior.
- yo te encontré... pero en realidad tu me buscabas. Es por eso por lo que me crees, porque has buscado algo como yo desde hace tanto tiempo que ya no lo recuerdas. Has buscado no volver a ver la luz, has buscado matar y beber sangre, has deseado estar muerto, pero has sido muy cobarde para hacerlo tu mismo. Se ve a simple vista, que tu me buscabas... y yo quise conceder tu deseo.
Se me heló la sangre en ese instante. De repente me sentí como desnudo, tan expuesto, tan a su merced. Había adivinado tantas cosas de mí; y las había expuesto en palabras que ni yo sabría usar. No cabía duda de que era el diablo... pero yo nunca había temido a los infiernos.
- si ya sabes lo que quiero – me sorprendí de hablar tan entrecortadamente, como si me faltara el aire. Pero continué – entonces, ¿qué esperas?
Pero cuando levanté la vista, ella ya no estaba frente a mi. Su voz me llegó desde el resquicio de la puerta, donde se encontraba de pie.
- debes pensar bien lo que quieres. Volveré aquí a la medianoche de mañana...
y dicho esto, se fue...
Y allí estaba, sentado en mi cama como la noche anterior, faltando 15 minutos para la medianoche. No me había detenido a pensar ni un instante aquel día. No quería pensar en el horror de no morir, en como sabría la sangre después de haberla bebido miles de años, en como sería jamás volver a ver el sol.
No quería retractarme; esa parecía mi única salida, y no iba a dejar que mi miedo me la quitara. Por eso no había querido pensar, no había reflexionado nada; y ahora temblaba en mi habitación por un frío interno, esperando la hora final.
Llegó como un suspiro. La puerta se abrió chirriando, y la luz de afuera hizo huir precipitadamente a las sombras del cuarto. Su bien formada silueta se hizo enorme como un monstruo al proyectarse sobre el suelo del cuarto, subiendo por mis sabanas, hasta mi espalda.
- esperaba una entrada más dramática – le dije – ni siquiera creí que llegaras a necesitar la puerta.
- no todo es como en los cuentos... – me dijo desde el umbral de la puerta - ¿estas listo?
Palidecí al instante, ¿tan pronto ya era hora?, ¿en verdad estaba listo?... ¿en verdad había tenido elección alguna vez?. Me dije a mi mismo que no había nada que dudar, que no había nada que temer. Que no había nada que perder, no familia, no amigos, no vida... nada que perder... aunque algo de mi sentía, que tampoco había nada por ganar.
Me levanté y la encaré, dándole a entender mi decisión. Ella sólo me miró triste.
- hay dos cosas que debes saber, antes de que te transforme. La primera, es que es casi imposible regresar del estado en que terminarás. La oscuridad y tu serán uno solo, a tus ojos el mundo y el infierno se fundirán, llevarás por la vida las cadenas que se te atarán cuando recibas este poder. Y tu libertad, será tu mayor prisión. No te dejará salir...
di un paso hacía adelante.
- y la otra cosa que debes saber, es que es lo que necesitas para ser un vampiro.
Me sorprendí un poco con esto ultimo.
- ¿acaso necesitas algo?
- claro, este don, esta maldición es demasiado grande, como para darlo así como así. No se le da a cualquiera.
- pues bien, ¿qué es lo que necesito? – pregunté altanero.
- En realidad es bastante simple, pero a la vez complicado. Tan sólo se necesita odiar absolutamente todo, empezando contigo mismo.
Es sencillo odiarse; sabiendo que no eres más que un temeroso ente, que teme dar la cara al mundo, teme que la luz llegue a tocarlo, y oculta su fealdad en las tinieblas, en la oscuridad, donde no le miren. Un parásito, que como una sanguijuela se alimenta de la sangre de los otros, sin hacer nada a cambio. Un patético cobarde, que carece de el valor de enfrentar la vida; pero al cual, ni siquiera se le concede el honor de una muerte... pero te odias tanto; que ni siquiera te importa, y no harás nada por cambiar... es sencillo odiarse; es un poco difícil darse cuenta; pero una vez que lo haces, es muy sencillo, odiar a los demás.
Cuando tengas sexo con una mujer; por muy salvaje y desenfrenado que sea, te aseguro, no sentirás nada; la mujer te será indiferente, y sólo harás todo aquello, para ver su corazón despedazarse, para ver su sorpresa, su miedo, su enojo, su preocupación, su llanto y su horror, emerger de su mirada, al desenfundar tus colmillos.
Pero no me malentiendas, aún matando, haciendo masacres y vengando tu ira y tu odio de mil formas... no sentirás nada; no habrá placer alguno. La sangre no llenará el vacío, la venganza no saciará el odio; y las masacres, créeme, no harán que estés feliz en tu violencia. Querrás seguir matando si, pero por encontrar algo, que jamás existió, jamás porque lo disfrutes, créeme.
La sangre es agria, y tiene un sabor horrible, nadie podría beberla por la eternidad; pero ya no puedes vivir de otra cosa.
Dicen que somos perfectos. Porque no sentimos, nada puede dañarnos, pues estamos muertos. No sentimos dolor ni decepción o desamor. Tampoco sentimos alegrías, triunfos, o dedicamos nuestra vida a metas u objetivos. Nos dedicamos sólo a mantenernos vivos. Ellos creen que esta descripción, es la de un ser “libre y perfecto”. No se dan cuenta, de que en realidad es la descripción de la más baja de las bestias, ¡que digo de las bestias!, de las cucarachas.
Y sin embargo, nos dicen perfectos...
Dime muchacho, ¿en verdad eres tan perfecto, como para odiarte tan profundamente?
Mientras me iba diciendo todo esto, se fue acercando lentamente a mi, hasta quedar a unos centímetros de mi rostro. Los bellos de mi nuca se erizaron, y sentí que mi corazón se paralizó por un instante. Mi alma había estado susurrándome que había llegado demasiado lejos desde hace un rato. Al oír mi descripción, la descripción de un vampiro, en labios de una absoluta extraña nacida de la noche: se dio por vencida y se retiro, dejando un ojeroso y pálido cuerpo envuelto en ropa negra, tras de sí. Un cascaron sin alma, que susurró.
- en verdad, me odio tanto...
La suave mano de Nígerrousa hizo estremecer mi antebrazo con su tacto y un roce. Me miró a los ojos un instante. Su mirada casi parecía cálida, remotamente viva... pero cambió rápidamente...
- entonces, abriré en tu piel el umbral al infierno, haciendo que tu carne sienta mi colmillo...
y pasó en un solo instante. De la otra mano sacó una jeringa, llena de un líquido rojo espeso, y la enterró con toda su fuerza en mi brazo, vaciando su contenido dentro de mi cuerpo. Lo ultimo que pensé, fue el nombre de lo que acababa de vaciar en mis venas...
“ LSD...”
- ¡¡AHHHHHHHH!!
Podía sentirlo, casi podía verlo y me horroricé ante ello. Había fuego corriendo por mis venas, fuego, rojo y ardiente, haciendo arder todo dentro de mi, matándome desde adentro, podía oír a mis órganos gritar, podía sentir mi corazón despedazándose en aquellas llamas infernales. Gritaba y gritaba, pero no salía ningún sonido de mi boca, y por más que me retorcía, intentando apagar aquella horrible llama dentro de mi, mi cuerpo no movía ni un músculo. Intenté rogarle a Nigerrousa que me ayudara, pero esta sólo me veía en el suelo, su rostro tan frío e inexpresivo. Pude ver como un par de alas negras de murciélago salían de su espalda con un horrible crujido, salpicando sangre por todos lados, y como ella se desvanecía en las sombras. O no, no es cierto, ¡era yo quien me desvanecía en las sombras! Se había abierto una especie de agujero, negro, terrible y con colmillos repletos de sangre en mitad de mi habitación, y me devoraba dentro de sí con una sorprendente fuerza. Caía y caía hacía lo que me parecía el infinito. No podía respirar, el fuego que Nigerrousa me había inyectado había quemado mis pulmones. Estaba muriendo, era muy obvio, estaba muriendo...
Grité. Dentro de aquel agujero si pude escuchar mi grito, pero no había nadie que me escuchara. Gritaba porque el fuego dentro de mi finalmente había empezado a quemar mi piel, y la llama roja y púrpura surgía calcinando mi piel, volviéndome cenizas.
Pronto el fuego encontró ruta de escape por mis ojos, haciéndolos arder junto con mi boca. La mayoría de mi piel ya se había vuelto ceniza, y podía ver mis propios huesos negros por el hollín del humo.
Seguía gritando, ya casi no era nada más que una calavera, y el fuego empezó a extenderse en el vacío, en la oscuridad. Allá donde el fuego tocaba y ardía, aparecía un pedazo de roca y tierra marchita. Conforme se fue expandiendo, fue creando un suelo ardiente donde podía detener su caída lo que quedaba de mi cuerpo. Creció más y más a mi alrededor, hasta formar una enorme cámara de piedra ardiente. Sólo entonces, pareció dejar de expandirse y de atacarme.
Sin embargo, aún quedaban dos llamas, en mis omoplatos. Lo único restante de mi espalda y hombros.
Volví a gritar cuando las dos llamas se fundieron con mis huesos, volviéndolos de un color azul como la noche. El color se fue extendiendo por todo mi cuerpo, devolviéndome un azul esqueleto a cambio del que había quemado.
Parecía que al fin, el dolor había pasado, pero me equivocaba. Los huesos que habían tocado las llamas, de repente empezaron a expandirse hacía los lados, con un gran dolor. Crecieron y crecieron, haciendo que me retorciera. Una vez que cada uno tuvo cerca de un metro de largo, empezaron a surgirle nuevos huesos, ramificaciones; y aún más alarmante, empezó a surgir piel en esas ramificaciones. Piel que no era la mía, piel negra de murciélago.
Hasta que no soporté más, y me desmayé.
Estuve así lo que cálculo serían como hora y media. Hasta que fui volviendo en mi. Abrí los ojos lentamente, me costaba enfocar correctamente las cosas. Por un momento pude ver la silueta de Nígerrousa contra el color del techo de mi cuarto. Intenté enfocar mejor, y la imagen tuvo un cambio drástico, clarificándose. Un cielo negro e infinito, enmarcado por un montón de pendientes rocosas en llamas.
Me levanté con dificultad. Estaba en el mismo sitio, en aquel infierno. Al menos las llamas ya no me hacían daño. Todo se había clarificado y me sentía mejor que nunca. Increíblemente ligero, fuerte y rápido. Pude sentir algo en mi espalda, y al voltear, me sorprendí al descubrir un par de alas de murciélago, fuertes y enormes, saliendo de esta. Las agité. En verdad parecían una parte de mi cuerpo, tan reales, tan sensibles.
Algo se agitó a unos metros de distancia. Pude escucharlo, pude sentir en mi piel su presencia, pude oler su esencia podrida y nauseabunda a azufre, pude escuchar su corazón marchito y agitado como su dificultosa respiración... respiraba sin pulmones, cosa que me sorprendió. Aunque no tanto, como darme cuenta de lo agudos que se habían vuelto mis sentidos de repente, sin duda alguna, sobre-humanos.
- vamos, aparécete. No te voy a hacer daño – le dije al ser que se escondía entre las llamas – necesito saber en donde me encuentro.
Me sentía extrañamente calmado, extremadamente tranquilo para estar en el infierno, acechado por un ser marchito sin pulmones. Aunque la palabra tal vez no sea calmado. Era más bien como estar hueco. Por un instante pensé que mi corazón no se había regenerado del fuego. En el segundo siguiente ya no me importaba.
- ¡sal te digo!.
- ¿estas seguro?, los demás generalmente matan a todos los que se le aparecen. Dicen que necesitan probar sus poderes – mientras la vocecita chillona hablaba. Pude ver su silueta deforma avanzando entre las llamas, intentando mantener la mayor distancia posible entre nosotros.
“matar a esta cosa. No tengo motivos para no hacerlo, bien podría a ver que pasa” pensé sin darle importancia “en especial si puedo probar mis poderes. Pero primero quiero encontrar a Nigerrousa, y saber exactamente que pasó aquí”
- no te voy a matar – le contesté exasperado a la criatura. Entonces esta, obediente, salió de entre las llamas, presentándose ante mi – mejor te hubieras quedado escondido...
Tenía forma humana, pero su cabeza era inusualmente grande para el resto del cuerpo. sus ojos estaban completamente hundidos en su cráneo, y no tenían párpados. sus brazos no tenían manos, y terminaban en picos, y sus piernas estaban mal formadas, ya que no tenía dedos en los pies. Toda su piel estaba muy arrugada, y más que piel, parecía carne masticada echada a perder.
- con razón, los matan – le dije – son pequeños demonios...
- ¡NO! – me gritó de pronto – no soy un demonio, soy un ser humano.
Me intrigó un poco su respuesta. De humano la cosa sólo tenía la constitución. Ni siquiera su estatura correspondía. Era como de 15 cm a lo mucho.
- bueno, pude haber sido un humano... pero no me dejaron... era mejor que no llegara a...
esta respuesta esclareció un poco mis dudas. Pero me dejó otra más.
- ¿dónde estoy? – le pregunté.
- no sé. Eh oído que le dicen “limbo”
“ah. Eso explica todo. Así que el mito es cierto... los niños que no son bautizados...”
- ¿cómo salgo de aquí? – le pregunté.
- hay dos salidas. La primera es por donde entraste – dijo, señalando hacía el infinito cielo negro – y la segunda es por abajo. Todos los vampiros que eh visto salen por allí.
Miré un instante al cielo negro, y después hacía donde me señalaba el casi-niño. A varios kilómetros había una caverna escarbada en el subsuelo. No se veía nada más que oscuridad dentro de ella, aún para mis nuevos ojos.
- Tomaré la caverna. No me interesa volver a pasar por los colmillos...
justo cuando iba a marcharme, algo jaló de mi pantalón. Al mirar me encontré con el pequeño aborto.
- ¡espera!, llévame contigo, no quiero estar aquí.
- no es mi problema – le respondí fríamente e intenté marcharme. Pero seguía sujetándome.
- por favor, seré tu siervo durante toda tu vida inmortal hasta que decidas morir... pero no me dejes aquí. Tu eres un vampiro diferente, sé que me dejarás ir contigo, te obedeceré por siempre...
No le había puesto atención a su ultima frase, me había llamado algo la atención ¿“vida inmortal hasta que decidas morir”?. Pero el pequeño me volvió a distraer con sus quejidos.
- ¡¿quieres dejarme en paz?!. si sabes donde están las salidas,¿porque no simplemente vas y te escapas tu mismo’
- no puedo – me dijo – cuando estoy apunto de llegar, cuando estoy apunto de lograrlo, las llamas crecen más y no me dejan salir. Sólo hiendo tu bolsillo, las llamas no me alcanzarán. ¡por favor llévame contigo!. Te puedo ser muy útil, puedo manipular el corazón de las personas, puedo enamorarlos hasta la obsesión, puedo enternecerlos hasta el servicialismo, puedo hacerlos luchar hasta la locura... ¡te puedo ser útil!.
Sus palabras me intrigaron. Si en verdad podía hacer todo lo que decía, y si yo en verdad me había vuelto un vampiro, sus poderes me iban a ser muy útiles. Me hubiera gustado consultarlo primero con Nigerrouse, pero ya había desarrollado una frase “¡que más da!. Si puedes toma lo que sea”.
Y en un instante, tenía al pequeño aborto en mi bolsillo, mientras corría hacía la puerta de abajo.
Algo me sorprendió entonces. El ardor de las llamas, el viento a mi alrededor, los otros niños ocultos entre las llamas. Se movían muy lento, iban como en pausa, y caminaba entre ellos, como si caminara normalmente y ellos fueran estatuas. Todo iba tan lento a mi alrededor. Era tan perfecto, era tan surreal; si por mi fuera todo se movería así siempre.
- ¡oye niño!
- ¿qué? – me respondió él, asomándose de mi bolsillo.
- ¿no sabes porque todo va tan lento aquí?.
- no van lento – me dijo – tu vas muy rápido. Es la velocidad del vampiro, le llaman celeridad.
-ah, y oye, ¿no tienes un nombre con el que pueda llamarte? – le pregunté, pues no quería decirle “niño” siempre.
- no. No fui bautizado...
- entonces, te nombraré Luis. Porque todo el mundo, en algún momento de su vida a conocido a algún Luis. Es un nombre muy común, podrías ser cualquiera...
En un instante llegamos a la cueva. La atravesamos sin ningún problema con mi celeridad. Todo alrededor era oscuridad, pero por alguna razón, me sentía en casa. Una luz frente a mi me cegó, y cuando la atravesé, mi vista quedó impedida por completo.
- has tardado mucho. Eres el primero que veo que cae inconsciente, y al despertar, aún no es capaz de regresar.
Aquella era la voz de Nígerrouse. Pero nada más tenía sentido. Había mucho ruido de automóviles, luces llegando a través de mis párpados, y el viento soplando en mi cara. Aquello era imposible en mi habitación.
Abrí mis ojos lentamente, y retrocedí varios pasos por el vértigo. Estaba al borde de un edificio, para ser más específicos, de mi edificio. Alguien me sostenía para evitar que cayera. Aquí descubrí a Nígerrouse.
Instintivamente, llevé mi mano al bolsillo y a la espalda. No había niño aborto, ni alas de murciélago. Todo estaba exactamente igual.
- ¡maldita perra! – dije soltándome de un manotazo de ella – me has drogado, me has dado una especie de LSD súper-cargado para que alucinara ese tipo de cosas, ¿verdad?.
- el LSD... mordida de vampiro, junto con sangre de vampiro. – me dijo, tan fría como siempre - Una forma rápida de hacer la transformación. En tus primeras semanas siempre necesitarás sangre de vampiro pura para poder transformarte, después ya lo harás normalmente.
- ¡no me salgas con pendejadas! Tu transformación en vampiro no es más que una maldita droga.
Ella me miró triste, y después se dio la vuelta, para poder bajar del edificio.
- puedes creer lo que quieras de lo que viste hoy. De cualquier forma, esta en tus venas ahora, y créeme. Acabará por llamarte...
Y con estas palabras, se marchó.
Recuerdo que esa noche, me tumbé en la cama por horas. Intentando olvidar la sensación de no tener sentimientos, intentando no recordar como era tener sentidos tan agudos, que eras capaz de saber todo lo que pasaba en el edificio; intentando olvidar lo mucho que desee creer que ella era de verdad una vampiro, y que por fin tendría una forma de escapar de esta vida, sin tener que matarme por mi propia mano; intentando olvidar el sabor de sus labios, Intentando olvidar el juramento de odiarlo todo. Intentando comprimir lo más fascinante que me había pasado en mi vacía vida...
Intentando olvidar, que fui vampiro por una noche.
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Al día siguiente, para intentar despejar mi mente, fui en persona en vez de en piloto automático a la universidad. Todos los que se cruzaban conmigo por la calle se alejaban de mi, se cambiaban de acera, o evadían mirar a mis ojos, rojos e hinchados por la droga de anoche. Como si yo tuviera algún tipo de enfermedad contagiosa, y ellos me tuvieran miedo.
“Puedes exigir respeto a las masas. Este poder se llama Presencia”
Me detuve un momento al escuchar esta voz. Era la del pequeño Luis. Por un momento revisé temeroso mi bolsillo, sólo mi teléfono estaba en él. Además, su voz había salido como de mi cabeza. No tenía explicación posible.
Seguí mi camino. Subí al autobús. Las miradas se desviaron del frente al instante. Generalmente todos me veían y me tapaban el asiento. Empezaba a gustarme aquello de la Presencia.
Sacudí mi cabeza para quitarme esa idea, y me senté en cualquier asiento vacío. La persona a mi lado se cambió de inmediato.
Había una muchacha sentada frente a mi. Su cabello rojo no era tan intenso como el de Nígerrousa, pero me recordó un poco a ella, y la chica me atrajo.
“Puedo enamorar, hasta la obsesión”
nuevamente, la voz de Luis sonaba en mi mente. Y casi al instante, la chica que estaba frente a mi, se volteó a verme, y muy disimuladamente me sonrió. Sorprendido, parpadeé varias veces para asegurarme de que aquello fuese cierto. cuando terminé de parpadear, la chica ya no estaba frente a mi.
- ¿qué rayos?
“eternidad... en instante, transcurrirán cien años...”
sorprendido, vi que ya casi me pasaba de la universidad. Solía quejarme de lo fastidioso que era el trayecto, pero el tiempo había pasado tan rápido.
Me bajé del autobús, me sentía extrañamente mareado. Sentía que un vacío llenaba mi pecho, sentía una extraña ansiedad. Como la sensación de haber olvidado algo, aumentada mil veces...
“después de una transformación, no te expongas a la luz del sol...”
Aún con esta ansiedad, seguí caminando. Noté como mis pasos se aceleraban más de lo que hubiese querido. Le eché la culpa rápidamente a la celeridad, antes de reprenderme a mi mismo por pensar eso. Llegué a la caseta del vigilante. Generalmente, el perro que el tipo tiene allí amarrado, se lanzaba sobre mí en cuanto llegaba. Pero hoy me vio y agachó la cabeza.
“animalismo. Control sobre las bestias”
- ¡deja de sonar en mi cabeza! – le grité a la nada. Todos a mi alrededor se me quedaron viendo. Yo no les hice caso; hasta que esos todos, se transformaron a la vez en la pelirroja Nigerrousa.
- Protean – dijo ella a la vez, desde todos los rostros de todas las personas a mi alrededor – alterar las formas a voluntad...
eché a correr, lo más lejos posible de allí. Tapando mis oídos de los gritos de las cientos de Nígerrousa. Un jardín repleto de cortantes rosas negras.
Me encerré en el primer baño que tuve cerca. Afortunada y sospechosamente, estaba completamente vació. La imagen de Nigerrousa seguía saltando a mi mente.
- te dejó un regalo...
grité, al ver que Luis, salía del bolsillo de mi reflejo en el espejo, y señalaba hacía el lavabo siguiente. No vi que había allí, sólo cerré lo más fuerte posible mis ojos, suplicando que las imágenes se fueran, que el efecto de la droga pasara. Pero la vocecita de Luis seguía sonando.
- ¡mira, mira, mira!
- ¡CALLÁ!!!!

Mi voz hizo eco en todo el baño. Y al instante, opaco todos los sonidos de adentro: el sonido del agua cayendo, mi respiración, la voz del pequeño aborto de Luis, y todos los sonidos de afuera se amplificaron, como si mi oído se hubiera súper agudizado de repente.
Escuchaba voces, gritos, sirenas, abucheos, silbidos, quejidos; y por sobre todo, la voz de una reportera afuera, hablando sin gracia a una cámara sin vida.
- estamos aquí en la universidad del estado, donde mediante un operativo de “juventud sana” las fuerzas policíacas han capturado a una Narcomenudista. La joven Eva Virginia, Alias “Nigerrousa” había distribuido narcóticos LSD por todo el plantel, haciéndose pasar por...-
Lo demás que dijo la reportera no me importó, entré en shock. Salí precipitadamente por la puerta, justo para ver como un par de policías la sujetaban por la espalda, mientras ella luchaba por safarse de ellos. Mi Rosa Negra, estaba sujeta entre ellos.
Y por un instante, nuestras rojas miradas, se cruzaron...
“Dime muchacho, ¿en verdad eres tan perfecto, como para odiarte tan profundamente?”
La oscuridad y tu serán uno solo, a tus ojos el mundo y el infierno se fundirán, llevarás por la vida las cadenas que se te atarán cuando recibas este poder. Y tu libertad, será tu mayor prisión. No te dejará salir...

Y ella, entonces, me sonrió, mostrando sus colmillos, y con uno de ellos, se mordió el labio, sacándose sangre de este. Entonces la policía se la llevó.
Pero había captado su mensaje. Llevé mi mano a mi labio, tocando una cicatriz, que me había hecho la noche anterior. Exactamente en el mismo lugar, donde ella se había mordido.
Entré de golpe en el baño. Luis seguía brincando e intentando llamar mi atención desde el espejo. Voltee a ver a donde señalaba. Había una pequeña maleta allí.
Al abrirla, encontré toda una dotación de LSD... suficiente, para mis primeras semanas... y para algo más.
Volví a mi casa. No quería que pasara nada, no tan pronto, debía esperar la noche.
Cubrí todo de negro, todo de oscuridad, que ni un rayo de luz entrara, que nada penetrara mi refugio, que nada separara a la sanguijuela, la cucaracha, de su madriguera...
¿había sido realidad, había sido alucinación? ¿aquello era droga LSD, o sangre de vampiro? ¿era siquiera un vampiro, o simplemente un hábil drogadicto?
No importaba. Lo único en verdad importante, era que ya había sellado mi alma. Había tomado una decisión aquella noche, había jurado atarme a la oscuridad, había jurado ser esclavo de la libertad por la eternidad. Si fue buena o fue mala decisión, ya no se puede saber. La única moraleja de esta historia, es que el hombre vive con las decisiones que toma. Aunque se esclavice, aunque erré. Debes aprender, a vivir con tu errores.
Y cuando te odias tanto para ser perfecto, inclusive te vuelves uno con tus errores; y se vuelven tu ventaja. Lo que los demás no tienen porque esta mal. Lo podrido y lo corrupto, que tu usas, porque es lo único que te queda. Es lo único que eres.
Sea lo que sea, que eso signifique.
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la misma reportera que había acudido a la universidad el día anterior, terminaba un reportaje aquella tarde. Tras ella, un departamento, con las cortinas nubladas y las ventanas pintadas de negro, bloqueando cualquier acceso de la luz solar.
A sus pies, el cuerpo marchito de un joven, desangrado, y lleno de moretones en el brazo derecho. Sus ojos desorbitados, sus dientes colmillos afilados hasta hacer sangrar la boca; y en esta una sonrisa...
- aunque las autoridades dicen que murió por una sobredosis de LSD, hay algunos que dicen, que en realidad se debió a contusiones, violencia, golpes extremos, o daño cardiaco. Sólo la autopsia revelará lo que en verdad le ocurrió a este joven.
La señal volvió con el conductor de noticias, que siguió con otra cosa, sin inmutarse por el joven masacrado.
- y en otras noticas. Ayer en la noche hubo una terrible matanza en la jefatura de policía. Todas las victimas, presentan la misma causa de la muerte: una herida en el cuello, que causo que se desangraran. En medio del barullo, sólo una de las presas esta desaparecida: la narcomenudista Rosa negra...
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y así empezó, mi vida como inmortal, con la persona que más amo, con la que más odio, por los siglos de los siglos en el infierno, hasta contar esta historia mil veces: mi rosa negra.

FIN

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